Imagen de Mª José Fayos Martí |
He seleccionado tres figuras literarias muy utilizadas por los
escritores: anáfora, metáfora
y símil.
La palabra anáfora procede del latín anaphora y, ésta, del griego ἀναφορά (repetición).
En inglés, anaphora; en francés, anaphore; en alemán, anaphora; en catalán, anàfora.
El Diccionario de la RAE define la anáfora como una figura retórica que consiste en la repetición, a propósito, de palabras o conceptos.
Un conocido ejemplo de anáfora lo encontramos en el famoso Soneto que Quevedo dedicó a Góngora:
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal
encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una
galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;
érase un naricísimo
infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
La palabra símil procede del latín similis (similar, parecido).
En inglés, simile; en francés, comparaison; en alemán, gleichnis; en catalán, símil.
La RAE la define como una figura retórica que consiste en comparar
expresamente una cosa con otra, para dar idea viva y eficaz de una de ellas.
Un ejemplo de símil lo hallamos en la primera
estrofa de la Rima XLVIII de G. A. Bécquer:
Como se arranca el
hierro de una herida,
su amor de las entrañas me arranqué,
¡aunque sentí al
hacerlo que la vida
me arrancaba con él!
Por último, la palabra metáfora procede del latín metaphŏra, y este del griego μεταφορά
(traslación).
En inglés, metaphor; en francés, métaphore; en alemán; metapher; en catalán, metàfora.
La RAE la define como un tropo que consiste en
trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una
comparación tácita.
La Rima XXIV de G.A. Bécquer es un buen ejemplo, de la que destacamos la primera estrofa:
Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan y, al besarse,
forman una sola llama.
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